Chamanes y cosmología

Los chamanes de los Andes conocen y sirven a un sueño sagrado, el que guía a los planetas a través de los cielos y nuestro destino humano aquí en la Tierra. El sueño sagrado es un mapa hacia el futuro, pero no tiene caminos que puedas seguir ni senderos que no sean los que tú mismo trazas. Es efímera, cambia a cada instante, te sorprende a cada paso, como en un sueño.

Los hombres y mujeres que sirven y protegen este sueño sagrado son conocidos como guerreros luminosos. No tienen enemigos en este mundo ni en el otro. Sus recursos son inmensos. El sueño sagrado revela el orden implicado del universo.

Mirar las estrellas y observar los cuerpos celestes tiene el poder de curar al ralentizarnos y mostrarnos una imagen más amplia, nuestro lugar en el cosmos. Cuando en 1980 se emitió Cosmos, el programa de Carl Sagan, nos enteramos de que nuestro sistema solar era uno entre miles de millones y de que la Tierra no estaba en el centro de este cuadro cósmico. Empezamos a preguntarnos si estamos solos o si somos uno de los miles de planetas que albergan vida. Sospechamos que no somos más que una expresión de la Fuerza Inmensa que conocemos como Dios, no el centro del Universo.

La cosmología nos da una idea de dónde venimos y de nuestro papel en la vida. Antiguas culturas como la Inka creían que la Vía Láctea era un río vivificante en el cosmos con una contrapartida terrenal, el río Urubamba en el Valle Sagrado. Aprendieron los movimientos de las estrellas, agrupando constelaciones que representaban las formas vivas de los animales que venían a beber de las aguas de la Vía Láctea. El cosmos que observaban reflejaba su visión del mundo y les permitía soñar ciudades en las nubes como Machu Picchu.

Al igual que los antiguos, queremos saber de dónde venimos y cuál es nuestro papel en la vida. Y, sin embargo, a menudo nos olvidamos de acudir al cosmos en busca de respuestas a las preguntas que nos atormentan. Cuando dirigimos nuestra atención a los grandes problemas y a las soluciones igualmente grandes, descubrimos que los asuntos pequeños ya no dominan nuestra conciencia. Nuestra nueva conciencia de nuestro lugar en el cosmos nos libera para salir del microcosmos de nuestras cuestiones y problemas individuales y permitir que el macrocosmos del universo nos guíe.

Al cambiar de perspectiva y dejar de centrarnos en nosotros mismos como centro del universo, buscamos respuestas a grandes preguntas. Recordamos quiénes somos, tomando asiento alrededor del fuego sagrado en el centro del sol, e invocamos a los guardianes del sistema solar para que nos ayuden a encontrar soluciones a los problemas globales y a crear una nueva visión del mundo para nuestro tiempo.

¿Cuándo fue la última vez que miraste hacia arriba?