As mother, mentor, visionary, healer, and student of life, Anetta loves empowering individuals to create and travel their own transformative journeys. She practices and teaches Energy Medicine with the Four Winds. Through her synthesis of Psychotherapy, Body practices, Mind practices and Energy Medicine, she tailors holistic and personal approaches to each individual's Life Quest.
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Redes neuronales y hábitos mentales
Las redes neuronales son patrones únicos creados por millones de neuronas interconectadas. Las neuronas individuales extienden fibras nerviosas que llegan a otras neuronas como las ramas de un árbol. Los enlaces que crean pueden dirigir el tráfico por muchas rutas de una red extraordinariamente intrincada. Las vías neuronales pueden unirse para formar redes a través de las cuales se producen determinados patrones de pensamiento, acción y reacción. En otras palabras, las redes neuronales del cerebro están formadas por un equipo de células nerviosas que han aprendido a disparar juntas y se han conectado para realizar una función específica y reproducible. Gracias a las redes neuronales, usted es capaz de realizar tareas como mascar chicle, chasquear los dedos o recordar la letra de su canción favorita.
Por eso, cuando reflexionas sobre un pensamiento concreto (bueno o malo) o practicas una actividad determinada (beneficiosa o perjudicial), refuerzas las redes neuronales que se correlacionan con esos pensamientos y habilidades. Cada vez que una situación le recuerda una experiencia de miedo o peligro real de su pasado y afloran emociones instintivas, se refuerza esa red neuronal específica. Reforzamos las emociones tóxicas y las redes neuronales de nuestro cerebro límbico y empezamos a crear creencias subconscientes sobre la vida. Estas creencias impulsan nuestras acciones y reacciones en todas las experiencias.
Este refuerzo puede hacerse sin nuestro conocimiento o cuando estamos ordeñando un trauma emocional para obtener simpatía, ya sea de los demás o de nosotros mismos. Podríamos decir, por ejemplo: «No tengo por qué actuar con madurez; después de todo, tuve una infancia terrible». Al crear y repetir tal afirmación, reforzamos redes neuronales y hábitos emocionales que son tan distintos como los hábitos posturales de una antigua lesión por latigazo cervical que ha afectado a las vértebras y los músculos de la columna. Estas redes dan lugar a emociones, luego a creencias que nos mantienen favoreciendo el dolor pasado, así como a comportamientos que refuerzan continuamente el trauma, así como la lástima que hemos aprendido a ordeñar con tanto éxito.
Aunque este patrón repetitivo y circular sirvió en su día para garantizar nuestra supervivencia, se ha vuelto tóxico y ha dado lugar a creencias erróneas sobre el mundo y los conocidos, los amigos e incluso la familia. Como las creencias pueden ser inconscientes, pueden presentarse de formas que nos sorprendan. Podemos iniciar una relación íntima que se desmorona cuando descubrimos que la persona no es realmente quien creíamos que era, pero la situación puede ser en realidad producto de nuestra propia creencia inconsciente de que nunca encontraremos pareja. Del mismo modo, podemos tener una magnífica oportunidad profesional que se derrumba porque en el fondo creemos que no somos dignos.
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