Sabiduría transformadora del colibrí

Cuando tenemos el don de la sabiduría del colibrí, nos ahorramos mucho sufrimiento porque sabemos cuándo hablar y cuándo callar, cuándo actuar y cuándo simplemente observar. Dejamos de interponernos en nuestro propio camino al reclamar nuestro derecho de nacimiento como cocreadores de belleza y armonía y como sabios que recurren a una sabiduría que va más allá de la nuestra. Redefinimos lo que es nuestro «trabajo»: dejamos de confundir nuestra carrera o trabajo con aquello para lo que estamos aquí. Todos estamos aquí para ser, aprender, enseñar, curar, inspirar, etc., y este trabajo puede adoptar muchas formas, que cambian con el tiempo.

A medida que aprendemos a estar quietos como un colibrí en vuelo y a ser testigos de lo que experimentamos, la reorganización del mundo exterior se producirá de forma natural sin que tengamos que hacer un esfuerzo adicional. Y cuando actuamos, es más probable que estemos alineados con nuestro propósito en lugar de actuar desde la necesidad de arreglar el mundo que nos rodea y conseguir que se ajuste a nuestras expectativas.

Los colibríes miden sólo unos centímetros de diámetro, pero migran anualmente desde Canadá hasta Sudamérica, deteniéndose para repostar sólo después de volar incontables millas sobre el océano, cuando llegan a Cuba. Se embarcan en este viaje a pesar de las probabilidades en su contra. Y allí donde se alimentan, aspirando el néctar de las flores con sus largos picos, dejan tras de sí restos de polen de otras flores. Este intercambio demuestra reciprocidad: reciben alimento vital y contribuyen a las flores polinizándolas. No recogen más néctar del necesario.

El don de la medicina del colibrí es ver nuestras vidas como viajes míticos como los que innumerables personas han hecho y harán, grandes viajes en los que los nombres y los detalles cambian. Puede que no conozcamos los nombres y rostros de nuestros antepasados, que superaron dificultades, viajando lejos de sus hogares por tierras y mares a menudo inhóspitos, arriesgándolo todo para seguir el sueño de una vida mejor o la llamada a la exploración. Tal vez nunca conozcamos las historias de los individuos que lucharon para proteger sus clanes o aldeas y preservar su modo de vida frente a quienes esperaban exterminarlos y apoderarse de sus terrenos de caza y recolección. Pero nos reconocemos a nosotros mismos y las posibilidades inherentes a la inspiradora tradición oral (y, más recientemente, a los libros y las películas).

El deseo de ser reconocidos por nuestros logros individuales está impulsado por la pulsión patriarcal: Hemos olvidado el honor y la emoción extraordinarios que supone desempeñar un papel, aunque sea muy pequeño y destinado a ser olvidado, en la gran historia de la experiencia humana. En cambio, cuando estamos en contacto con nuestro instinto matriarcal, reconocemos el valor de nuestra contribución individual en armonía con la de los demás y la de la época. Vemos que la vida no es una competición centrada en la victoria, sino en la interacción colaborativa. Actuamos y nos sentamos en silencio, presenciando todo lo que surge en el silencio y la quietud. Avanzamos y retrocedemos, sabiendo cuándo dar y cuándo recibir, llevando a cabo una danza armoniosa y exquisita.

En el Norte, la dirección del colibrí, podemos entrar en el mítico Edén, el paraíso de fábula del que fuimos expulsados, donde podemos comer del árbol de la ciencia del bien y del mal sin temor al castigo. Aquí está el jardín donde los sabios pueden cultivar su sabiduría. En esta tierra exuberante y fértil, podemos volver a reconocer quiénes somos en nuestra plenitud y saber qué es ser nuestro yo natural. Volvemos a caminar en la belleza, a hablar con los ríos, los árboles y las nubes, y a dialogar con el Espíritu, como hacíamos cuando estábamos en nuestro estado paradisíaco original. Descubrimos que podemos tener una relación recíproca y de colaboración con lo divino. Entonces, elegimos vivir en ayni, en armonía.

¿Estás preparado para elegir una relación recíproca y de colaboración con lo divino y vivir en armonía?