Una prueba espiritual – Mi viaje al Himalaya

Uno de mis primeros viajes fue al Himalaya. El Ganges brota de un manantial glaciar en lo alto del Himalaya, a dos tercios de la cima del monte Shivling, en un afloramiento helado conocido por los lugareños como Gaumukh, o «la boca de la vaca». Había caminado durante varios días para rezar en el nacimiento del Río Sagrado, cerca de donde un sabio llamado Patanjali había puesto en pergamino los Yoga Sutras unos 2.500 años antes. Mientras subía, observaba a los sadhus, los yoguis peregrinos, sentados en estoica meditación y bañándose en las gélidas aguas.

Luego, a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar, me quité los zapatos y probé el agua con los dedos de los pies. Me concentré en mi respiración y me sumergí.

 

Inspira,

Espira,

Inspire

Unos instantes después, me sentí flotar sobre el arroyo y observé mi cuerpo debajo de mí, temblando en silencio. Recordé lo que Patanjali había escrito acerca de que el yogui puede abandonar su cuerpo a voluntad. Me sentía libre y sin límites, y podía percibir las montañas nevadas a mi alrededor, el bosque a mis pies y la vasta extensión de cielo azul que me envolvía y me sostenía. Lo percibía todo a la vez. La naturaleza, el río, el cielo y yo éramos uno.

Entonces, algo me devolvió la conciencia a mi cuerpo. En un instante, volví a estar en mi propia piel y solté un grito que resonó en las montañas. Salté fuera del arroyo y, cuando la circulación volvió a mis miembros, sentí como si me pincharan un millón de pequeños carámbanos. Me tumbé en una gran roca, riendo y llorando, empapándome de su calor. Me recordé a mí mismo que el yoga es una práctica interior y que enfrentarse al hielo y al fuego está bien, pero las verdaderas pruebas del yogui son espirituales.

Había venido al nacimiento del Ganges para documentarme sobre un libro. También estaba allí para pedir la bendición de Devi, la Diosa Madre, para componer una versión de los Sutras de Patanjali que aportara la sabiduría jugosa, femenina y no dogmática de esta antigua tradición. Pasé muchos años practicando yoga y estudiando con los sabios de América. En los Yoga Sutras, encontré muchos paralelismos con lo que había descubierto entre los chamanes indígenas que había conocido en medio mundo.

Tanto los yoguis como los chamanes buscaban dominar niveles de conciencia que les ayudaran a liberarse del sufrimiento y les llevaran a una experiencia directa e inmediata de lo Divino. Ambos buscaban la quietud y la iluminación y la expresión de su máximo potencial humano. Ambos buscaban curarse a través de la disciplina y la práctica. Cuanto más aprendía sobre los antiguos yoguis que vivieron hace miles de años en las estribaciones del Himalaya, más me daba cuenta de que eran los antepasados de los chamanes del Tíbet y América. Sus descendientes fueron los hombres y mujeres que colonizaron las montañas nevadas, entraron en

Siberia, y más tarde cruzó el estrecho de Bering hacia América.

Ejercicio de diario

El yoga es una práctica interior y las verdaderas pruebas del yogui son espirituales. ¿Qué pruebas espirituales han sido importantes en el camino de tu vida?