Ayni y la mente del principiante

Cuando estamos en la relación adecuada con nuestro destino, con el cosmos y con la tierra, adquirimos una gran sabiduría y podemos transformar nuestras heridas y traumas en fuentes de poder; despojarnos de nuestras historias pasadas para que dejen de confinarnos o definirnos; y liberar nuestras ensoñaciones sobre el futuro. Los chamanes andinos lo llaman Ayni.

Cuando estamos en Ayni con todos los seres vivos, el amor(Munay) se convierte en el principio operativo en nuestras vidas. Ya no respondemos por rencor, ira o miedo. Disponemos de un gran poder para hacer el bien y crear. Y después de haber probado el verdadero poder de crear, podemos dejar de sentirnos víctimas o de ser expertos y sabelotodos. Podemos volver a pensar como niños, con una mente de principiantes, viendo la vida fresca como si fuera la primera vez.

Abandonamos la actitud de «ya lo he hecho». Una mente de principiante nos obliga a desprendernos de nociones preconcebidas sobre quiénes debemos ser y cómo deben funcionar las cosas. Nuestras vidas se simplifican al no estar agobiados por expectativas que nadie parece cumplir del todo. La inocencia y la espontaneidad vuelven a impregnar nuestras vidas; no es que olvidemos nuestros años de experiencia, simplemente no confundimos lo que aprendimos ayer con lo que estamos descubriendo hoy.

Cuando practicamos Ayni podemos empezar a desechar creencias limitantes sobre la escasez, la abundancia, la intimidad y nuestra autoestima. Poco a poco, nos damos cuenta de que todas las creencias son limitantes y empezamos a tirarlas todas a la papelera de reciclaje. A continuación, desarrollamos una relación hipotética con el mundo, poniendo a prueba la utilidad de cada noción que tenemos. Entendemos que «creer es ver» y que el universo validará cada creencia que tengamos sobre la naturaleza de la realidad.