Desintoxicación para sanar el cuerpo

Todos los días estamos expuestos a contaminantes en los alimentos, el agua y el aire que no existían hace 100 años. Estas toxinas causan estragos en nuestro organismo, interfiriendo en los numerosos y delicados sistemas que nos mantienen sanos, funcionales y vivos. Las toxinas de nuestro entorno hacen algo más que dañar nuestro cuerpo: interfieren en nuestra capacidad de elevar la calidad de nuestro
campo energético luminoso
(LEF), lo que dificulta experimentar fácilmente la unidad con toda la creación.

Hoy en día, nuestras posibilidades de disfrutar de una vida larga y sana como la que tuvieron nuestros antepasados han disminuido mucho. De hecho, estamos seguros en un 99% de sufrir y morir de las enfermedades de la civilización: cáncer, cardiopatías, demencia. Sólo el 1% de nosotros morirá de viejo. La buena noticia es que podemos cambiar esta situación. Cuando combinamos una antigua disciplina de curación chamánica con la neurociencia más avanzada, podemos curar enfermedades antes de que se manifiesten en el cuerpo. Podemos reprogramar nuestro destino biológico, para no tener que revivir las enfermedades y los dramas que se dan en nuestras familias. Podemos crear una salud extraordinaria para el resto de nuestras vidas.

Hace años, como joven antropólogo médico con una beca de investigación de una gran empresa farmacéutica suiza, pasé meses en el Amazonas buscando una cura revolucionaria para el cáncer, las enfermedades cardiacas o la demencia. Lo que descubrí fue que estas enfermedades no existían en las comunidades indígenas que visité.

Fue extraordinario. ¿Qué sabían estas personas sobre la vida sana que nosotros no supiéramos?

Sabían tres cosas. Sabían que había que desintoxicar el cuerpo. Sabían que había que mejorar la calidad del campo energético para poder mejorar el cuerpo. Y sabían que tenías que practicar el perdón para sanar tus emociones

Entonces, ¿cómo se desintoxica el cuerpo?

La desintoxicación empieza en la cocina: Elimina toda la comida basura, las bebidas deportivas, los zumos de fruta y los refrescos. Lee las etiquetas y desecha todo lo que contenga ingredientes que no puedas pronunciar. Elimine todo lo que esté procesado, contenga conservantes, colorantes o aditivos. Y, lo más importante, azúcar. Hace cien años, el estadounidense medio comía dos kilos de azúcar al año. Hoy comemos 200 libras de azúcares refinados y otras 180 libras de cereales refinados que se convierten en azúcares al entrar en el torrente sanguíneo.

Además de los alimentos procesados, tendrás que evitar las sustancias más comunes que causan inflamación: Productos que contienen gluten, como el trigo, el centeno, la cebada y la malta en sus diversas formas. El organismo no reconoce la proteína del gluten, lo que produce inflamación. Los alimentos que contienen gluten se convierten rápidamente en azúcar: una rebanada de pan tostado aumenta el azúcar en sangre más rápidamente que una cucharada de azúcar. Algunas personas son más sensibles al gluten que otras; los indicadores de sensibilidad incluyen niebla cerebral, dolores de cabeza, fatiga, dolor en las articulaciones, falta de sueño, problemas digestivos e intestino permeable.

Los productos lácteos (queso, yogur, leche) tampoco pueden faltar en la lista de productos detox. La mayoría de las personas son alérgicas o sensibles a los lácteos, como lo demuestran el acné, el asma, los mocos, la congestión nasal y los eczemas. Después de los 10 días puedes intentar reintroducir los lácteos para comprobar si eres sensible a ellos. También hay que eliminar los huevos, las legumbres, los aceites hidrogenados o los aceites vegetales refinados como el maíz, el girasol, la soja o la canola.

Por último, debes eliminar el chocolate, que contiene azúcar añadido, aunque puedes conservar el cacao puro, que puedes añadir a tu batido matutino, si lo deseas.

El siguiente paso es empezar a comer comida de verdad (una dieta basada principalmente en plantas) y abstenerse de todos los alimentos que se convierten en azúcar durante 18 horas al día: Aléjate de las frutas, la miel, las patatas, el arroz, el maíz, etc. Y recuerda que el alcohol también se convierte en azúcar. El azúcar favorece el crecimiento de la cándida en la flora intestinal y, por cierto, es más adictiva que la cocaína. El exceso de azúcar hace que se disparen los niveles de azúcar en sangre, lo que provoca inflamación, aumento de peso y ansiedad por la comida.

Y a medida que empiezas a reclamar tu biología, accedes a las redes neuronales superiores del cerebro y comienzas a comprender tu trayectoria vital dentro de un contexto espiritual mucho más amplio. Lee más sobre la dieta, recetas y suplementos en mi libro: Grow A New Body.

¿Estás listo para desintoxicarte y recuperar tu biología?