Como chamanes modernos, sabemos que si una persona quiere curarse de la enfermedad y ser verdaderamente libre e iluminada, entonces es esencial fortalecer la fuerza vital femenina interior. Esto requiere ayuno, oración y meditación, combinados con el uso de hierbas y plantas curativas.
Durante mis años de estudio con los chamanes, aprendí sobre su creencia en la Madre Divina, que cada uno de nosotros tiene el potencial de descubrir en la naturaleza. No era el anciano barbudo cuya imagen había llegado a asociar con «Dios». Se trataba más bien de una fuerza que infundía toda la creación, un mar de energía y conciencia en el que todos nadamos y del que formamos parte. Llegué a comprender que nuestras nociones occidentales de lo divino son quizá una versión masculina de esta fuerza vital que infunde cada célula de nuestro cuerpo, que anima a todos los seres vivos y que incluso alimenta a las estrellas. Los chamanes me ayudaron a desarrollar una relación original y satisfactoria con el poder de la Pachamama.
En 2006, en una de mis expediciones anuales a los Andes, conocí al Dr. David Perlmutter. Había oído hablar de David y de su trabajo a lo largo de los años y me encantó saber que también se interesaba por las prácticas curativas indígenas. Mientras hablábamos, mencioné la noción de los chamanes de lo importante que es restaurar la fuerza vital femenina, y su cara se iluminó de inmediato. «Sí», comentó, «son las mitocondrias».
Al oír esto, casi me caigo de la silla. Aquí estaba el vínculo entre las antiguas prácticas chamánicas y la neurociencia moderna. Recordé que nuestras mitocondrias sólo se heredan del linaje materno. Aquí estaba la fuente, dentro de cada célula de cada criatura viviente, de la fuerza vital femenina de la que hablan los sabios. Cuanto más conversábamos, más evidente se nos hacía a ambos que hay muchos elementos de las antiguas prácticas curativas y espirituales que pueden describirse en términos neurológicos modernos. La fuerza vital femenina de la Pachamama podría encontrarse en nuestras mitocondrias.
Me alegré muchísimo. Aquí estaba el elemento que me faltaba y que se me había escapado en el Amazonas, pero que me había rodeado durante mis días en el laboratorio. El Dr. Perlmutter comprendió cómo reparar las mitocondrias y restaurar la fuerza vital femenina. Sabía cómo preparar el cerebro para la iluminación. Yo, mientras tanto, había estudiado en profundidad las prácticas chamánicas y yóguicas que ayudarían a activar las funciones de orden superior de nuestro cerebro para ayudarle a curarse de los traumas y experimentar la alegría.
Reunidos por la sincronicidad Divina en los Andes, juntamos estas metodologías para ayudar a nuestros estudiantes y pacientes a ayudar a su cerebro, restaurar su salud y experimentar la liberación de emociones destructivas como la ira y el miedo.
Ejercicio de diario
Mirando hacia atrás en tu vida, ¿qué sincronicidades Divinas te trajeron la persona, el lugar o la información que buscabas en el momento justo?